Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios

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Basilica San Pedro , Vaticano

Amigos que Dios trae a este rincon de la red.

viernes, 30 de abril de 2010

LA ZARZA ARDIENDO O LA EXPERIENCIA FUNDANTE

2.1. La experiencia fundante de los orígenes y la vida espiritual como una llamada constante a la conversión

Con mucha frecuencia, lo que está al final se nos ofrece al principio como un estallido, como una anticipación. Casi todos nosotros podemos identificar en nuestra vida este primer momento de irrupción de Dios, que desencadenó en nosotros un movimiento irreversible y que ha marcado un "antes" y un "después". La teología contemporánea denomina a esta irrupción de lo Divino la Experiencia Fundante (4). Esta fue la experiencia paradigmática de Moisés en el Sinaí (Ex.3, 1-14) en la que pueden distinguirse tres elementos:

- 1. Una Teofanía (la zarza ardiendo), que muestra una Alteridad Racional.
- 2. El descubrimiento de la propia identidad (enstasis), que se convierte al mismo tiempo en el despertar de una vocación.
- 3. El dinamismo de esta vocación que se derrama hacia fuera y que se convierte en Misión (éxtasis). Moisés siempre regresará al Monte Horeb. Se trata de su experiencia fundante, que le servirá para siempre como punto de referencia en la orientación y sentido de la propia existencia.

De una u otra forma, en algún momento todos hemos experimentado un cierto estallido de luz o de comunión. Desde entonces, nos hemos sentido heridos:
"A dónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?"
San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, Estrofas 1 y 6.



De estas experiencias fundantes existen muchos testimonios. Sólo podemos recordar aquí algunas: la ilustración del Cardoner de San Ignacio, después de la cual "todas las cosas le parecieron nuevas; le parecía como si fuese otro hombre y tuviera otro intelecto distinto al que tenía antes" (Autobiografía, 30). Blas Pascal había cosido en la gabardina que siempre llevaba el siguiente escrito: "El año de gracia de 1654, lunes 23 noviembre, día de San Clemente, desde las nueve y media de la noche hasta las doce y media, fuego (...). Alegría, alegría, alegría, lágrimas de alegría". También Paul Claudel tuvo su experiencia fundante una Nochebuena en Nôtre Dame, a los dieciocho años; o el filósofo Manuel García Morente, hasta entonces agnóstico (5). En todos ellos se despertó el "yo profundo" al tiempo que se producía en ellos una conversión. En la Tradición Zen, es muy apreciada esta experiencia de iluminación (se conoce con el nombre de satori) a partir de la cual el practicante de Zen ya no vuelve a ser el mismo (6).



2.2 Características y criterios de discernimiento para percibir la autenticidad de la experiencia fundante de Dios

1. Se trata de una experiencia "teopática", es decir, ninguna persona tiene la iniciativa o puede provocársela, sino que sòlo puede recibirse o "padecerla". Como dice Pascal en boca de Dios, "no me buscarías si no me hubieses hallado".


2. Contiene rasgos paradójicos: a)comporta una conciencia cierta y oscura al mismo tiempo; b) se impone por sí misma, pero al mismo tiempo requiere el consentimiento de la persona; c) es inmediata, pero llega a través de un signo: sacramento, lugar, situación personal, paisaje...


3. Marca un "antes" y un "después". Es una referencia para siempre. "Re-liga" cuando se hace memoria de ella y al mismo tiempo arraiga en el presente.


4. Dinamiza a toda la persona en una dirección determinada, unificándola y abriéndola al mismo tiempo. Es decir, des-centra (ek-stasis) y re-centra (en-stasis) al mismo tiempo.


Ahora bien, esta experiencia requiere una cierta disposición (7). En principio, no se da en las siguientes circunstancias:


1. La mirada dispersa, perdida en la diversión, distraída de sí misma. Supone una existencia que camina hacia su centro. De ahí la llamada a la unificación.


2. Tampoco en la mirada anónima, propia del hombre masificado. La experiencia de Dios personifica, da un nombre, una identidad propia.


3. Tampoco puede darse en la mirada superficial, que se contenta con el qué y el cómo de las cosas, sino que necesita una apertura de admiración y de búsqueda.
4. Tampoco en la persona dominada por el consumo, el utilitarismo, el afán de lucro, que ha reducido su mundo a su disfrute personal, insensibilizado a las situaciones ajenas. Es necesario un cierto autodominio, la capacidad de hacerse cargo de los deseos y necesidades de los demás.


5. Tampoco en la mirada dominadora, que hace y deshace según su voluntad de poder. Es necesaria una cierta capacidad de gratuidad. A esta interrelación entre don y disposición la Iglesia de Oriente la denomina synergeia, literalmente: "co-operación" -actuar conjuntamente-. Resuena aquí el lema ignaciano: " Haz todas las cosas como si dependiesen sólo de ti, pero sabiendo que dependen sólo de Dios". Algunas corrientes de espiritualidad hablan de teandrismo ("theos"(Dios) - "andros"(hombre)).
ITINERARIO HACIA UNA VIDA EN DIOS

Javier Melloni

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