Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios

Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios
Basilica San Pedro , Vaticano

Amigos que Dios trae a este rincon de la red.

martes, 22 de diciembre de 2009

EL SILENCIO

El silencio es culto de la justicia, a pesar de los cual ni siempre hay que estar en silencio ni siempre hablando. Hay un tiempo para callar y otro para hablar y así como una palabra imprudente lleva al error, un silencio indiscreto deja en el error al oyente.

Siempre tenemos que abstenernos del mal y a veces también renunciar temporalmente a lo bueno. Tal como dice el profeta: Puse un guardia en mi boca, y Me quedé callado, me humillé, y me quedé en silencio, etc.

Tenemos que refrenar constantemente nuestra lengua. no sea que nuestra religión sea inútil y vana. Por lo cual no debes estar en silencio permanentemente, sino en los tiempos fijados, para que no seamos despreciados por nuestras palabras, sino antes bien justificados. Hablad, pues, concisamente en los tiempos y lugares fijados.

No mientas, porque quien miente con su boca mata el alma, y el diablo es mentiroso desde el inicio, y es padre de la mentira.

No difames, porque quien difama a un hermano, difama la ley y juzga la ley y el Señor dice por el profeta: Perseguía a quien difamaba en secreto a su prójimo, y en otros lugar: No difames al pecador, sino ten compasión de él. No difames ni escuches al difamador, dado que son igualmente culpables el difamador y el que lo escucha.

Abstente de la discusión, porque ésta prepara las peleas y las riñas, y produce caras airadas, como dice el apóstol: Si alguno quiere levantar disputas, sepa que tal no es nuestra costumbre, ni la de la iglesia del Señor. Y de nuevo: No te tengas discursos polémicos.

No juzgues ni condenes, como dice el Señor: No juzgues y serás juzgado, no condenes y no serás condenado.

Evita la comicidad y los chistes, que de las palabras vanas dice el Señor que hemos de dar cuenta en el día del juicio.

Absteneos de la murmuración, de la adulación, de la risa y de la maldición, puesto quien guarda de estas cosas su boca, preserva su alma de la angustia. Así dice el Apóstol: No salga de vuestra boca una palabra vana. Si alguien tiene algo bueno y que edifique la fe y la gracia de los oyente, entonces que lo diga.
Regla de los monjes humillados

La Xenitía . Es el santo abandono.


Es tanto una actitud interior como un estado exterior. Es ante todo una actitud interior de aislamiento que apunta a mantenernos extraños y peregrinos en camino a la ciudad celestial. En este sentido, la xenitía se expresa con: la humildad, el rechazo a toda curiosidad, el no entrometerse en lo que no nos concierne, el dejar todo juicio, el evaluar cada cosa en una continua comparación con la eternidad, la incertidumbre del mañana, la hora ignota de la muerte…

Filocalia

Concentra tu espiritu

"En cuanto a ti, tal como
te lo he dicho, siéntate, concentra tu espíritu, introdúcelo —me refiero
a tu espíritu— en la nariz;
es el camino que toma la respiración para llegar al corazón.

Empújalo, oblígale a descender hasta tu corazón
al mismo tiempo que el aire aspirado. Cuando allí llegue, verás la alegría que seguirá; no tendrás nada que lamentar.

Tal como el hombre que al volver a su casa después de una ausencia no oculta su alegría de poder encontrar a su mujer y a sus hijos, así el espíritu, una vez unido al alma, desborda de alegría y de goces inefables.

Hermano mío, acostumbra pues a tu espíritu a no apresurarse a salir de allí. Al principio, le falta ánimo, es lo menos que podemos decir, para soportar esta reclusión y este estrechamiento interiores.

Pero una vez que haya contraído la costumbre, ya no experimentará placer alguno en los circuitos exteriores. Porque "el reino de Dios está en nuestro interior" y para aquel que dirige su mirada a éste, todo el mundo exterior se torna vil y despreciable."

Nicéforo, el solitario.
(Filocalia)

Acerca de la impureza. Sentencias de los Padres

Había un hermano muy celoso de su perfección. Turbado por el demonio impuro, acudió a un anciano y le descubrió sus pensamientos. Este, después de oírle, se indignó y le dijo que era un miserable, indigno de llevar el hábito monástico el que tenía tales pensamientos. Al oír estas palabras, el hermano, desesperado, abandonó su celda y se volvió al mundo. Pero por disposición divina se encontró con el abad Apolo. Este, al verle turbado y muy triste, le preguntó:

«Hijo mío, ¿cuál es la causa de una tristeza tan grande?». El otro, avergonzado, al principio no le contestó nada. Pero ante la insistencia del anciano, por saber de qué se trataba, acabó por confesar: «Me atormentan pensamientos impuros; he hablado con tal monje y, según él, no me queda ninguna esperanza de salvación. Desesperado, me vuelvo al mundo».Al oir esto el padre Apolo, como médico sabio, le exhortaba y le rogaba con mucha fuerza: «No te extrañes, hijo mio, ni te desesperes. Yo también, a pesar de mi edad y de mí modo de vivir soy muy molestado por esa clase de pensamientos. No te desanimes por estas dificultades, que se curan, no tanto por nuestro esfuerzo como por la misericordia de Dios. Por hoy, concédeme lo que te pido y vuelve a tu celda». El hermano así lo hizo.

El abad Apolo se encaminó a la celda del anciano que le había hecho caer en desesperación. Y quedándose fuera, suplicó a Dios con muchas lágrimas: «Señor, tú que suscitas las tentaciones para nuestro provecho, traslada la lucha que padece aquel hermano a este viejo, para que aprenda por experiencia, en su vejez, lo que no le enseñaron sus muchos años, y se compadezca de los que sufren esta clase de tentaciones».Terminada su oración, vio un etíope de pie junto a la celda, que lanzaba flechas contra el viejo. Este, al ser atravesado por ellas, se puso a andar de un lado a otro como si estuviese borracho. Y como no pudiese resistir, salió de su celda y por el mismo camino que el joven monje se volvía al mundo.

El abad Apolo, sabiendo lo que pasaba, salió a su encuentro y le abordó diciendo:«¿Dónde vas, y cuál es la causa de tu turbación?». El otro sintió que el santo varón había comprendido lo que le pasaba y por vergüenza no decía nada.

El abad Apolo le dijo: «Vuelve a tu celda y de ahora en adelante reconoce tu debilidad. Y piensa en el fondo de tu corazón, o que el diablo te ha ignorado hasta ahora, o que te ha despreciado porque no has merecido luchar contra él, como los varones virtuosos. ¿Qué digo combates? Ni un sólo día has podido resistir sus ataques.

Esto te sucede porque cuando recibiste a ese joven atormentado por el enemigo común, en vez de reconfortarle en su diabólico combate con palabras de consuelo, lo sumiste en la desesperación, olvidando el sapientísimo precepto que nos manda: “Libra a los que son llevados a la muerte y retén a los que son conducidos al suplicio”. (Prov. 14,11). Y también has olvidado la palabra de nuestro Salvador: “La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante” (Mar 12, 20).

Nadie podría soportar las insidias del enemigo, ni apagar o resistir los ardores de la naturaleza, sin la gracia de Dios que protege la debilidad humana. Pidámosle constantemente para que por su saludable providencia aleje de ti el azote que te ha enviado, pues es quien nos envía el sufrimiento y nos devuelve la salud. Golpea y su mano cura, humilla y levanta; mortifica y vivifica; hace bajar a los infiernos y los vuelve a sacar». (Cf. 1 Re 2). Dicho esto, el anciano se puso en oración y el viejo se vio enseguida libre de sus tentaciones. Luego el abad Apolo le aconsejó que pidiese a Dios una lengua sabia, para que supiera hablar cada palabra a su tiempo.

Amerimnia.Ausencia completa de preocupaciones

La cueva esta bien oculta por una saliente de la roca;

esta se eleva vertical y filosa varios cientos de metros,

acentuando la sensación de aislamiento, de soledad cierta, no fingida.

Hacia poniente continúan los riscos, pero irregulares;

crecen progresivos y como desatinados hacia cumbres dispares.

Esto no es propiamente un valle sino el acogedor fondo de un abismo,

suavizado por vegetación musgosa y algo de hierba muy verde

y unos pocos árboles de formas extrañas.

El arroyo no cesa y atraviesa suavemente toda la hondonada;

cuando descansan los pájaros se lo escucha murmurar.



En esta profundidad, amanece tarde y oscurece temprano,

las estrellas brillan muy nítidas como gemas muy puras

y son tantas y tan bellas que retienen fascinada la mirada.


Es todo tan quieto y sin embargo el aire suele mover las hojas,

los grillos enuncian su peculiar ritmo y el agua gotea sutilmente

entre guijarros desiguales; pero son sonidos que no perturban,

mas bien destacan el silencio, avisan de su presencia.

En el interior de la caverna, hay un muro muy liso y limpio y seco,

con un Cristo pintado. Los colores suaves, los rasgos áureos, estilizado

y muy vivo; se lo nota respirado, orado, esmaltado con devoción.



Me dicen que los restos del eremita descansan como reliquias

bajo la sólida losa de la entrada.

Miro los ojos impasibles del Cristo y sé que,

aunque no todavía, volverá a tener compañía.

de Hesiquia

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Solamente en el silencio se puede vivir...

, pero no en el silencio de palabras y de obras..., no; es otra cosa muy difícil de explicar... Es el silencio del que quiere mucho, mucho, y no sabe qué decir, ni qué pensar, ni qué desear, ni qué hacer... Sólo Dios allá adentro, muy calladito, esperando, esperando, no sé..., es muy bueno el Señor. (Beato Rafael Arnáiz)

lunes, 7 de diciembre de 2009

Aprendiendo a hacer silencio.

El yo, mi persona, es un Yo ruidoso, una montaña de problemas: Trabajo, paro; Sociedad, violencia, roles y mores sociales; Escuela, estudios; Familia, amigos, amor, relaciones afectivas; "mi problema"... etc.

Ante este cúmulo de dificultades nos situamos muchas veces en la desesperación y reaccionamos de diversas maneras: adoramos lo que tenemos, sucumbimos; nos dejamos arrastrar por el temor; nos situamos en la duda; tendencia a huir. En general, detectamos una cierta irritabilidad en nuestro Yo-relacionado.

Aquí entra el papel de nuestra experiencia. Vamos a trabajar con una "herramienta" fundamental: EL SILENCIO, para buscar un tesoro escondido en tu yo-ruidoso. Y este trabajo no será sólo personal, sino grupal. Entre todos haremos una torre de sondeos para descubrir ese tesoro escondido: el Espíritu que habita en mi, en ti, en cada uno de nosotros.

«En lo más hondo de nuestras profundidades, estamos en continuo contacto con Dios. El Espíritu de Dios se apoderó de nosotros, tomó posesión de nosotros completamente: El se ha hecho aliento de nuestro aliento, Espíritu de nuestro Espíritu. Por así decirlo, remolca nuestro corazón, y lo vuelve hacia Dios. Es el espíritu que, según Pablo, habla sin cesar a nuestro Espíritu y da testimonio de que somos los hijos de Dios. En Efecto, constantemente el Espíritu grita en nosotros "Abba, Padre". Suplicando y suspirando con palabras que nadie sabría traducir, pero que, sin embargo, no cesan»

¿Cómo es esa herramienta? En todos los silencios hay dos vertientes: al principio se nota más lo que se deja que a lo que se llega y se traduce en sensación de vacío que puede resultar desagradable. Si persistimos llegamos a la plenitud y el bienestar.

e
jercicios de relajación

Vamos a acercarnos al mundo de las sensaciones psicofísicas. Lo haremos de la mano de Anthony de Mello.
¿Por qué empezar con estos ejercicios?

Si la oración es diálogo, requiere estar dispuesto a dialogar. Yo uso los métodos de relajación como test para saber si realmente estoy dispuesto a escuchar. No puedo empezar chillando, con ruido "corporal".

Interesa reconstruir todo el cuerpo. El sistema muscular y nervioso son dos sectores a trabajar. La técnica que utilizamos para llegar al silencio corporal es la RELAJACIÓN.

Todo intento de reconstruir mi corporeidad afecta a mi relación con el mundo y con las personas. El cuerpo es mi ámbito de mi encuentro con el mundo. El mundo es mi ámbito de encuentro con mi yo.

El silencio corporal es vivenciar mi cuerpo en armonía. (Recordemos que los místicos hablan de una fisiología de la oración).Andre Louf, El Espíritu ora en nosotros, Narcea. Madrid: 1979, p.21

viernes, 27 de noviembre de 2009

TIPOS DE ORACIÓN

Los caminos de la oración son muchos. Se puede orar de varias formas. Existen muchos modos de entrar en contacto con Dios. Cada quien elegirá el suyo de acuerdo a su personalidad, a sus circunstancias personales, a lo que le llene más espiritualmente en cada momento determinado.

Las principales formas de oración son:

Oración vocal

Lectura meditada

Contemplación del Evangelio

Oración sobre la vida cotidiana

Oración de contemplación

EFICACIA DE LA ORACIÓN

I. Sin oración cosa muy difícil es que nos podamos salvar; tan difícil que, como lo hemos demostrado, es del todo imposible según la ordinaria Providencia.

II. Con la oración, la salvación es segura y fácil..Porque en efecto, ¿qué se necesita para salvarnos? Que digamos: Dios mío ayudadme; Señor mío, amparadme y tened misericordia de mí. Esto basta. ¿Hay cosa más fácil? Pues, repitámoslo; que si lo decimos bien y con frecuencia, esto bastará para llevamos al cielo. San Lorenzo Justiniano nos exhorta muy encarecidamente que al principio de todas nuestras obras hagamos alguna oración. Casiano por su parte, nos recuerda el ejemplo de los antiguos padres, los cuales exhortaban a todos a que recurrieran a Dios con breves, pero frecuentes jaculatorias. San Bernardo decía: Que nadie haga poco caso de la oración, ya que el Señor la estima tanto que nos da lo que pedimos o cosa mejor, si comprende que es más útil para nuestra alma

III. Pensemos que, si no rezamos, ninguna excusa podremos alegar, porque Dios a todos da la gracia de orar. En nuestras manos está el rezar siempre que queramos como lo confesaba el santo rey David: Haré para conmigo oración a Dios, autor de mi vida. Le diré al Señor.- Tú eres mi amparo. Mas de esto largamente hablaremos en la parte segunda. Allí se pondrá en claro que Dios da a todos la gracia de orar; y así con la oración podemos alcanzar los socorros divinos que necesitamos para observar los mandamientos y perseverar hasta el fin en el camino del bien. Ahora afirmo únicamente que si no nos salvamos, culpa nuestra será. Y la causa de nuestra infinita desgracia será una sola: que no hemos rezado.
San Alfonso María de Ligorio - El gran medio de la oración

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Vive desde tu corazón sensible y vulnerable



Vas haciendo la ruta del silencio para encontrar el lugar de tu propio corazón. Cuando llegues entrarás en él como en tu propia casa. Has de vivir con la convicción de que tú has de ser el primero en habitarla.
Has de aprender a "estar" en ti. Vivirte intensamente. Conocerte. Sentir conscientemente. No temas sufrir: vale más el sufrimiento de un corazón sensible, que la frialdad distante de un corazón de piedra.
Sorbe con auténtica sed el agua del manantial de Vida que Cristo hace nacer en ti.
continua en comentario 1

El camino del corazón



El primer paso consiste en encontrar el camino del propio corazón. Es en él donde se realiza el encuentro profundo de silencio y de amor con la Trinidad, encuentro que se nos da como don del Espíritu Santo: es la contemplación.

Dios está presente en la naturaleza y en la vida, Dios está en todo. Ahí comienza una primera posibilidad de oración. Es una forma de orar elemental pero imprescindible. A partir de esta presencia divina de inmensidad podemos decir que orar es vivir la presencia, ser conscientes de esta presencia amorosa del Padre en la vida.
continua en comentario 1

El verdadero contemplativo

Un verdadero amor contemplativo es siempre auténticamente humilde. Está tan centrado en Dios que se vuelve ciego para todo lo demás. El contemplativo ama a Dios por ser quien es, y al prójimo porque éste es imagen de Dios y templo en que Dios habita. El secreto de ese amor reside en el hecho de que el hombre se siente naturalmente atraído por Dios por ser quien es. Es un impulso espontáneo y totalmente desinteresado. La persona ve únicamente a Dios como el todo de su propia existencia. Como cualquier otro ser vivo, busca ansiosamente aquello que le asegura su existencia. Casi da la impresión de que él mismo tiene algo que ver con el instinto de conservación personal. Tiene dos cosas sin las cuales el hombre no puede vivir: el aire, que le asegura la vida biológica, y Dios, que le asegura la vida espiritual. Cuerpo y espíritu son una sola realidad existencial en el hombre.

continua comentario 1

El camino de la contemplacion


El camino de la contemplación no es, de hecho, camino alguno. Cristo es el único camino, y él es invisible. El "desierto" de la contemplación es sencillamente una metáfora para explicar el estado de vacío que experimentamos cuando hemos abandonado todos los caminos, nos hemos olvidado de nosotros mismos y hemos tomado a Cristo invisible como nuestro camino. Como dice san Juan de la Cruz:

Y así grandemente se estorba un alma para venir a este alto estado de unión con Dios, cuando se ase a algún entender, o sentir, o imaginar, o parecer, o voluntad, o modo suyo, o cualquiera otra obra o cosa propia, no sabiéndose desasir y desnudar de todo ello... Por tanto, en este camino, el entrar en camino es dejar su camino; o por mejor decir, es pasar al término y dejar su modo, es entrar en lo que no tiene modo, que es Dios. Porque el alma que a este estado llega, ya no tiene modos, ni maneras, ni menos se ase ni puede asir a ellos... aunque en sí encierra todos los modos, al modo del que no tiene nada, que lo tiene todo.

continua comentario 1

lunes, 23 de noviembre de 2009

Algunos consejos a la hora de usar una imagen en la oracion

Una imagen es una obra de arte destinada a propiciar la oración y la contemplación. No es por lo tanto un objeto de decoración o de adorno.

Ha sido creada para ayudar a los creyentes en la plegaria individual, familiar o de pequeños grupos.

Mantenla oculta siempre que no estés en oración y evita que lo profanen miradas de otras personas o las tuyas propias cuando no estás orando.
No es un objeto para enseñarlo a las amistades ni una decoración exótica para la casa.
Es una evocación de lo Sagrado a través de una imagen.

continua en comentario 1

Las manos en la oracion.


El cuerpo es instrumento y expresión del alma. Esta no se encuentra meramente en el cuerpo, como un hombre que está en su casa, sino que vive y obra en cada miembro y en cada fibra. Ella habla en cada línea, forma y movimiento del cuerpo. Pero en modo particular rostro y mano son instrumentos y espejo del alma.

Respecto al rostro esto es sumamente claro. Pero observa alguna vez en cualquier hombre –o en ti mismo- cómo un impulso del ánimo, alegría, sorpresa, expectación se traduce en la mano. Un rápido levantar de la mano y un leve movimiento involuntario de ella, ¿no delata a menudo más que la palabra misma? La palabra pronunciada, ¿no parece a veces grosera al lado del lenguaje delicado de la mano, tan expresivo?

Después del rostro, la mano es la parte más espiritual del cuerpo. Ciertamente firme y fuerte, instrumento de trabajo, arma de ataque y defensa, la mano es sin embargo también algo finamente hecho, articulada, movible y delicadamente atravesada por sensibles nervios. Órgano adecuado en el cual el hombre puede revelar su propia alma y recibir al alma ajena, pues lo hace con la mano. ¿O no es un recibir al alma ajena, cuando uno estrecha la mano extendida de aquél que le sale al encuentro? ¿Con todo lo que en ella expresa confianza, alegría, consentimiento, pena?

continua en comentario 1

Debemos ser hombres y mujeres todos de DIOS.


"Debemos ser hombres de Dios, y para decirlo más sencillamente, hombres de oración con el suficiente valor para arrojarnos en ese misterio de silencio que se llama Dios sin recibir aparentemente otra respuesta que la fuerza de seguir creyendo, esperando, amando y por tanto orando".

En el fondo, cuanto más se avanza en la vida de oración, más se penetra en el misterio del silencio de Dios. Uno mismo se ve reducido al silencio; no se sabe ya lo que hay que decir, e incluso pedir. Sin embargo, se está convencido en lo más hondo de que la oración es la única cosa importante, la única a la que vale la pena consagrarle la vida.

La gran cuestión es entonces la perseverancia: "Todos los cabellos de vuestra cabeza están contados" "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas".

De vez en cuando el Señor se encarga de recordarnos nuestra poca fe y nuestro miedo a la oración: Hombre de poca fe... ¡Hombre de oración! Y entonces comprendemos nuestro verdadero pecado. La fe es el único combate de la vida: seguir creyendo que el Padre nos escucha y nos atiende cuando no se ve ningún resultado.

Me gusta invocar al Espíritu, pues él penetra el fondo del corazón, conoce todos mis deseos y formula al Padre una oración y una petición que corresponden a los designios de Dios. Y luego, naturalmente, está la Virgen Santísima. Jamás he recurrido tanto a ella como en estos momentos. Cada noche me despierto hacia medianoche para rezar los misterios gozosos. Creo que el Espíritu Santo y la Virgen son mis dos grandes intercesores orantes.

Jean Lafrance

domingo, 22 de noviembre de 2009

Oracion de abandono.

Cómo ejercitar la oración


«Desde la mañana siembra tu semilla» -la oración- y «por la tarde que tu mano no se detenga» para no interrumpir su continuidad arriesgándote a faltar a la hora de la satisfacción «pues tú no sabes cuál de las dos te traerá la prosperidad» (Ecl 11, 6).

Por la mañana siéntate en un lugar bajo, retén el espíritu en tu corazón y mantenlo allí y, mientras tanto, laboriosamente curvado, con un vivo dolor en el pecho, las espaldas y la nuca, grita con perseverancia en tu espíritu o tu alma: «Señor Jesucristo, tened piedad de mi». Luego (no ciertamente a causa del menú único e invariable del triple nombre: pues «aquellos que me comieron tendrán todavía hambre»), transportarás tu espíritu a la segunda mitad, diciendo: «Hijo de Dios, ten piedad de mi». Repite esto un gran número de veces y cuida de no cambiar a menudo por indolencia, pues las plantas demasiadas veces trasplantadas no prenden más.



La filocalia. Gregorio el Sinaita

viernes, 20 de noviembre de 2009

LA ORACION COMO EJE DE LA VIDA . Meditacion de una hermana dominica contemplativa


Se dice de Santo Domingo en los primeros escritos de la Orden, que “su corazón alegre se reflejaba en su faz, su porte exterior siempre gozoso y afable revelaba la placidez y armonía de su Espíritu. De su ser irradiaba una luz de origen divino, expresión y reflejo de la Presencia de Dios y de su unión profunda con Él”. Esta es la clave: un hombre con un Misterio más grande que él mismo en su corazón. Un hombre en contacto con su Ser profundo.

Cuando decimos: “Busco a Dios…” es un anhelo que nosotros/as no hemos producido sino que Dios ha puesto en el corazón humano. Dios está en la esencia de mi ser esperando a que lo descubra. No hay nada tan grande ni que nos identifique tanto, que nos vuelva tan “nosotros mismos” como el Encuentro, la Relación profunda con Dios. Lo que soy, el Ser, está dentro. La primera revelación que hace la Biblia sobre el hombre y la mujer es haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Es como decir: no eres de tus sueños, no eres de ti, ni de nadie, sino enteramente de Dios. Lo que ocurre es que somos inconscientes de este tesoro. Orar es darse cuenta, tomar consciencia, es volverse lo que uno es. Demasiadas cosas nos hacen olvidarlo. En un mundo como el nuestro de tanto trasiego, falta por hacer la peregrinación al interior de uno mismo.




Cuando una persona ora es que quiere empezar a vivir desde dentro. El que nos habita es un Dios que es Vida y Fecundidad. La oración es también como una madre, con ella el mundo interior comienza a irradiarse. Poco a poco de ella podemos esperar un nuevo modo de ser y de vivir. El Silencio, la Oración es para disponerse a vivir de otra manera.

¿Cómo rezar? Cualquiera de nosotros aprendió a rezar recitando oraciones, pidiendo lo que necesitaba, dando gracias por el pan de cada día u otras mil formas de dirigirse a Dios, pero la Oración se hace eje de la vida, cuando a Dios lo descubres dentro. Entonces empiezas a darte cuenta que la unión con Dios ha de ser hecha con continuidad y profundidad, pues Dios está continuamente presente. El Silencio interior es la posibilidad que tenemos en nuestras manos.

En las Constituciones de las monjas se dice: “Hagan de su Monasterio y sobre todo de su corazón un lugar de Silencio”. Para unirse e ir a Dios el camino es el Silencio. Aprender a callar es aprender a orar. Y esto supone dar un tiempo diario exclusivamente de Oración en Silencio, de no hacer, de no actividad, donde todo calla, sólo ser y estar ahí presentes ante la Presencia. En lo secreto de nuestro corazón hay una Presencia, está Dios. Lo importante de la oración es este recogimiento. No importa no ver, no sentir. Dios no es una emoción, sino Amor.

Es un Silencio que se hace práctica, ejercicio en lo cotidiano. Un silencio interior para obrar desde ahí. “Todos cabían en la inmensa caridad de su corazón y amando a todos de todos era amado” se dice de Santo Domingo. Y también “En su trato resultaba alegre y abierto”. No es sólo silencio de palabras sino silencio de ego. El ego son todas nuestras tendencias egoístas, nuestros intereses, nuestros planes… todo nuestro protagonismo. El ego oculta a Dios. Lo importante no es hacer sino Ser y dar Vida a los demás siendo.

Purificación González (Dominica Contemplativa)

Oracion y contemplacion. Padre Mamerto Menapace. Monje Benedictino.

En una ocasión Jesús estaba rezando, y cuando terminó uno de sus discípulos le dijo: ¡Señor, enséñanos a rezar! (Lucas 11, 1).

El Señor se iba de noche al cerro y allí pasaba las horas, rostro al Padre. Seguramente esas horas habrán sido de rumia profunda. Y lo que Cristo rumiaba era el actuar de Dios en su pueblo. La realidad que se llamaba: Reino.

Es decir, la manera cómo el Señor Dios su Padre había ido santificando su Nombre en la historia de los hombres. Cómo su voluntad se había ido realizando por esos complicados senderos de la historia de su pueblo y de todos los pueblos. Porque el Padres que estaba en los cielos había estado comprometido con todo lo que estaba pasando aquí en la tierra. Sabía que faltaba el pan; sabía que había ofensas con ofensores y ofendidos. Y que esa realidad no dividía la mundo en dos grupos, sino que era una realidad que hería a todos los hombres. Que todos tenían necesidad de perdonar y de ser perdonados. Sabía también que la tentación era una realidad que amenazaba a cada hombre, y que cada hombre necesitaba que Dios Padre interviniera para librarlo de la tentación y de las intrigas del maligno.

Allí, en las noches de silencio, en la oración y en la contemplación, Jesús se convertía en minero de la historia y de la naturaleza. Del actuar del Padre que había creado todo lo que hablaba en la noche: los grillos y las estrellas; las majadas en los cerros y la lámpara en la casa; y todo eso otro que pertenece a la vida concreta de los hombres: el ladrón que sorprende al dormido y la novia que no duerme esperando la sorpresa de su amado. Allí Jesús llegaba a la esencia profunda y sencilla de las cosas, y encontraba las imágenes primordiales para hablar del Padre a los hombres sus hermanos.

En el silencio de la noche Jesús escuchaba el lenguaje elemental de las cosas, y a través de él ese lenguaje se hacía palabra y subía al Padre en forma de oración. Y esa oración daba espesor y fuerza vital a sus palabras y a sus imágenes que luego afloraban casi espontáneamente en las parábolas. Y la gente las comprendía.

Porque la gente sencilla reconocía en ese lenguaje sencillo y grávido, el antiguo diálogo de las cosas. Reconocía ese lenguaje también escuchado por ellos en su silencio, pero aún no plenamente crecido como para ser captado como mensaje. Allí en cambio, en la boca de Jesús, el profundo lenguaje primordial de las cosas simples llegaba a hacerse comprensible. Los hombres comprendían el lenguaje del Señor porque su lenguaje había crecido en el silencio de la oración al Padre, por las noches. De la misma manera que la sangre de la tierra crece hasta pan en el silencio a la madrugada en cada mesa y que es asimilado por los hombres sin dificultad. Porque es el silencio fiel de los trigales lo que permite a la sustancia de la tierra llegar hasta el lenguaje compresible del pan.

Y pienso que es también el silencio contemplativo y fiel de nosotros, los hombres y mujeres de Dios, lo que puede permitir a las cosas y a los acontecimientos llegar a crecer hasta hacerse oración al Padre en nuestras noches, y lenguaje comprensible para nuestros hermanos en las parábolas a la luz del día.

El que tenga ojos para contemplar en la noche, que contemple. Por amor a Dios, a las cosas y a nuestro pueblo.
Libro: “La sal de la tierra”, Editora Patria Grande, Buenos Aires

(autorizada la reproducción por la Editora Patria Grande)

Madre Teresa de Calcuta . Oracion y silencio

Ella describió la experiencia espiritual que formó su vida de esta manera:
"En 1946 iba a Darjeering, para hacer mi retiro. Yo Estaba en ese tren donde escuche el llamado para dejar todo y seguir a Jesús en los barrios bajos sirviendo a los más pobres entre los pobres. Supe era Su Voluntad, y que yo Le tenía que seguir. No cabía duda que sería Su trabajo. "Aquí ella describe la conexión de oración y silencio que le ayudaron en su ministerio.

Oración es un Diálogo
La oración es un proceso de dos maneras: hablando y escuchando. Dios nos habla: nosotros escuchamos.
Hablamos a Dios: Dios escucha. Dios habla en el silencio de nuestro corazón, y
nosotros escuchamos. Entonces hablamos a Dios desde la plenitud del corazón, y Dios
escucha. Nuestras palabras son inútiles a menos que vengan del fondo de nuestro corazón.

Silencio y amor


Cristo dice: «Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (Juan 15,12). Tenemos necesidad de silencio para acoger estas palabras y ponerlas en práctica. Cuando estamos agitados einquietos, tenemos tantos argumentos y razones para no perdonar y no amar demasiado y con facilidad. Pero cuando mantenemos «nuestra alma en paz y en silencio», estas razones se desvanecen. Quizás evitamos a veces el silencio, prefiriendo en vez cualquier ruido, cualquier palabra o distracción, porque la paz interior es un asunto arriesgado: nos hace vacíos y pobres, disuelve la amargura y las rebeliones, y nos conduce al don de nosotros mismos. Silenciosos y pobres, nuestros corazones son conquistados por el Espíritu Santo, llenos de un amor incondicional. De manera humilde pero cierta, el silencio conduce a amar.

"No debáis nada a nadie, sólo sois deudores en el amor" (Rm 13,8)

Usa el crucifijo . Da testimonio de Cristo Vivo .

Usa el crucifijo . Da testimonio de Cristo Vivo .
Colgate la cruz en el cuello, te protegera de todo peligro, sera tu aliada en la tentacion y espantara todo mal.