Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios

Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios
Basilica San Pedro , Vaticano

Amigos que Dios trae a este rincon de la red.

martes, 22 de diciembre de 2009

EL SILENCIO

El silencio es culto de la justicia, a pesar de los cual ni siempre hay que estar en silencio ni siempre hablando. Hay un tiempo para callar y otro para hablar y así como una palabra imprudente lleva al error, un silencio indiscreto deja en el error al oyente.

Siempre tenemos que abstenernos del mal y a veces también renunciar temporalmente a lo bueno. Tal como dice el profeta: Puse un guardia en mi boca, y Me quedé callado, me humillé, y me quedé en silencio, etc.

Tenemos que refrenar constantemente nuestra lengua. no sea que nuestra religión sea inútil y vana. Por lo cual no debes estar en silencio permanentemente, sino en los tiempos fijados, para que no seamos despreciados por nuestras palabras, sino antes bien justificados. Hablad, pues, concisamente en los tiempos y lugares fijados.

No mientas, porque quien miente con su boca mata el alma, y el diablo es mentiroso desde el inicio, y es padre de la mentira.

No difames, porque quien difama a un hermano, difama la ley y juzga la ley y el Señor dice por el profeta: Perseguía a quien difamaba en secreto a su prójimo, y en otros lugar: No difames al pecador, sino ten compasión de él. No difames ni escuches al difamador, dado que son igualmente culpables el difamador y el que lo escucha.

Abstente de la discusión, porque ésta prepara las peleas y las riñas, y produce caras airadas, como dice el apóstol: Si alguno quiere levantar disputas, sepa que tal no es nuestra costumbre, ni la de la iglesia del Señor. Y de nuevo: No te tengas discursos polémicos.

No juzgues ni condenes, como dice el Señor: No juzgues y serás juzgado, no condenes y no serás condenado.

Evita la comicidad y los chistes, que de las palabras vanas dice el Señor que hemos de dar cuenta en el día del juicio.

Absteneos de la murmuración, de la adulación, de la risa y de la maldición, puesto quien guarda de estas cosas su boca, preserva su alma de la angustia. Así dice el Apóstol: No salga de vuestra boca una palabra vana. Si alguien tiene algo bueno y que edifique la fe y la gracia de los oyente, entonces que lo diga.
Regla de los monjes humillados

La Xenitía . Es el santo abandono.


Es tanto una actitud interior como un estado exterior. Es ante todo una actitud interior de aislamiento que apunta a mantenernos extraños y peregrinos en camino a la ciudad celestial. En este sentido, la xenitía se expresa con: la humildad, el rechazo a toda curiosidad, el no entrometerse en lo que no nos concierne, el dejar todo juicio, el evaluar cada cosa en una continua comparación con la eternidad, la incertidumbre del mañana, la hora ignota de la muerte…

Filocalia

Concentra tu espiritu

"En cuanto a ti, tal como
te lo he dicho, siéntate, concentra tu espíritu, introdúcelo —me refiero
a tu espíritu— en la nariz;
es el camino que toma la respiración para llegar al corazón.

Empújalo, oblígale a descender hasta tu corazón
al mismo tiempo que el aire aspirado. Cuando allí llegue, verás la alegría que seguirá; no tendrás nada que lamentar.

Tal como el hombre que al volver a su casa después de una ausencia no oculta su alegría de poder encontrar a su mujer y a sus hijos, así el espíritu, una vez unido al alma, desborda de alegría y de goces inefables.

Hermano mío, acostumbra pues a tu espíritu a no apresurarse a salir de allí. Al principio, le falta ánimo, es lo menos que podemos decir, para soportar esta reclusión y este estrechamiento interiores.

Pero una vez que haya contraído la costumbre, ya no experimentará placer alguno en los circuitos exteriores. Porque "el reino de Dios está en nuestro interior" y para aquel que dirige su mirada a éste, todo el mundo exterior se torna vil y despreciable."

Nicéforo, el solitario.
(Filocalia)

Acerca de la impureza. Sentencias de los Padres

Había un hermano muy celoso de su perfección. Turbado por el demonio impuro, acudió a un anciano y le descubrió sus pensamientos. Este, después de oírle, se indignó y le dijo que era un miserable, indigno de llevar el hábito monástico el que tenía tales pensamientos. Al oír estas palabras, el hermano, desesperado, abandonó su celda y se volvió al mundo. Pero por disposición divina se encontró con el abad Apolo. Este, al verle turbado y muy triste, le preguntó:

«Hijo mío, ¿cuál es la causa de una tristeza tan grande?». El otro, avergonzado, al principio no le contestó nada. Pero ante la insistencia del anciano, por saber de qué se trataba, acabó por confesar: «Me atormentan pensamientos impuros; he hablado con tal monje y, según él, no me queda ninguna esperanza de salvación. Desesperado, me vuelvo al mundo».Al oir esto el padre Apolo, como médico sabio, le exhortaba y le rogaba con mucha fuerza: «No te extrañes, hijo mio, ni te desesperes. Yo también, a pesar de mi edad y de mí modo de vivir soy muy molestado por esa clase de pensamientos. No te desanimes por estas dificultades, que se curan, no tanto por nuestro esfuerzo como por la misericordia de Dios. Por hoy, concédeme lo que te pido y vuelve a tu celda». El hermano así lo hizo.

El abad Apolo se encaminó a la celda del anciano que le había hecho caer en desesperación. Y quedándose fuera, suplicó a Dios con muchas lágrimas: «Señor, tú que suscitas las tentaciones para nuestro provecho, traslada la lucha que padece aquel hermano a este viejo, para que aprenda por experiencia, en su vejez, lo que no le enseñaron sus muchos años, y se compadezca de los que sufren esta clase de tentaciones».Terminada su oración, vio un etíope de pie junto a la celda, que lanzaba flechas contra el viejo. Este, al ser atravesado por ellas, se puso a andar de un lado a otro como si estuviese borracho. Y como no pudiese resistir, salió de su celda y por el mismo camino que el joven monje se volvía al mundo.

El abad Apolo, sabiendo lo que pasaba, salió a su encuentro y le abordó diciendo:«¿Dónde vas, y cuál es la causa de tu turbación?». El otro sintió que el santo varón había comprendido lo que le pasaba y por vergüenza no decía nada.

El abad Apolo le dijo: «Vuelve a tu celda y de ahora en adelante reconoce tu debilidad. Y piensa en el fondo de tu corazón, o que el diablo te ha ignorado hasta ahora, o que te ha despreciado porque no has merecido luchar contra él, como los varones virtuosos. ¿Qué digo combates? Ni un sólo día has podido resistir sus ataques.

Esto te sucede porque cuando recibiste a ese joven atormentado por el enemigo común, en vez de reconfortarle en su diabólico combate con palabras de consuelo, lo sumiste en la desesperación, olvidando el sapientísimo precepto que nos manda: “Libra a los que son llevados a la muerte y retén a los que son conducidos al suplicio”. (Prov. 14,11). Y también has olvidado la palabra de nuestro Salvador: “La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante” (Mar 12, 20).

Nadie podría soportar las insidias del enemigo, ni apagar o resistir los ardores de la naturaleza, sin la gracia de Dios que protege la debilidad humana. Pidámosle constantemente para que por su saludable providencia aleje de ti el azote que te ha enviado, pues es quien nos envía el sufrimiento y nos devuelve la salud. Golpea y su mano cura, humilla y levanta; mortifica y vivifica; hace bajar a los infiernos y los vuelve a sacar». (Cf. 1 Re 2). Dicho esto, el anciano se puso en oración y el viejo se vio enseguida libre de sus tentaciones. Luego el abad Apolo le aconsejó que pidiese a Dios una lengua sabia, para que supiera hablar cada palabra a su tiempo.

Amerimnia.Ausencia completa de preocupaciones

La cueva esta bien oculta por una saliente de la roca;

esta se eleva vertical y filosa varios cientos de metros,

acentuando la sensación de aislamiento, de soledad cierta, no fingida.

Hacia poniente continúan los riscos, pero irregulares;

crecen progresivos y como desatinados hacia cumbres dispares.

Esto no es propiamente un valle sino el acogedor fondo de un abismo,

suavizado por vegetación musgosa y algo de hierba muy verde

y unos pocos árboles de formas extrañas.

El arroyo no cesa y atraviesa suavemente toda la hondonada;

cuando descansan los pájaros se lo escucha murmurar.



En esta profundidad, amanece tarde y oscurece temprano,

las estrellas brillan muy nítidas como gemas muy puras

y son tantas y tan bellas que retienen fascinada la mirada.


Es todo tan quieto y sin embargo el aire suele mover las hojas,

los grillos enuncian su peculiar ritmo y el agua gotea sutilmente

entre guijarros desiguales; pero son sonidos que no perturban,

mas bien destacan el silencio, avisan de su presencia.

En el interior de la caverna, hay un muro muy liso y limpio y seco,

con un Cristo pintado. Los colores suaves, los rasgos áureos, estilizado

y muy vivo; se lo nota respirado, orado, esmaltado con devoción.



Me dicen que los restos del eremita descansan como reliquias

bajo la sólida losa de la entrada.

Miro los ojos impasibles del Cristo y sé que,

aunque no todavía, volverá a tener compañía.

de Hesiquia

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Solamente en el silencio se puede vivir...

, pero no en el silencio de palabras y de obras..., no; es otra cosa muy difícil de explicar... Es el silencio del que quiere mucho, mucho, y no sabe qué decir, ni qué pensar, ni qué desear, ni qué hacer... Sólo Dios allá adentro, muy calladito, esperando, esperando, no sé..., es muy bueno el Señor. (Beato Rafael Arnáiz)

lunes, 7 de diciembre de 2009

Aprendiendo a hacer silencio.

El yo, mi persona, es un Yo ruidoso, una montaña de problemas: Trabajo, paro; Sociedad, violencia, roles y mores sociales; Escuela, estudios; Familia, amigos, amor, relaciones afectivas; "mi problema"... etc.

Ante este cúmulo de dificultades nos situamos muchas veces en la desesperación y reaccionamos de diversas maneras: adoramos lo que tenemos, sucumbimos; nos dejamos arrastrar por el temor; nos situamos en la duda; tendencia a huir. En general, detectamos una cierta irritabilidad en nuestro Yo-relacionado.

Aquí entra el papel de nuestra experiencia. Vamos a trabajar con una "herramienta" fundamental: EL SILENCIO, para buscar un tesoro escondido en tu yo-ruidoso. Y este trabajo no será sólo personal, sino grupal. Entre todos haremos una torre de sondeos para descubrir ese tesoro escondido: el Espíritu que habita en mi, en ti, en cada uno de nosotros.

«En lo más hondo de nuestras profundidades, estamos en continuo contacto con Dios. El Espíritu de Dios se apoderó de nosotros, tomó posesión de nosotros completamente: El se ha hecho aliento de nuestro aliento, Espíritu de nuestro Espíritu. Por así decirlo, remolca nuestro corazón, y lo vuelve hacia Dios. Es el espíritu que, según Pablo, habla sin cesar a nuestro Espíritu y da testimonio de que somos los hijos de Dios. En Efecto, constantemente el Espíritu grita en nosotros "Abba, Padre". Suplicando y suspirando con palabras que nadie sabría traducir, pero que, sin embargo, no cesan»

¿Cómo es esa herramienta? En todos los silencios hay dos vertientes: al principio se nota más lo que se deja que a lo que se llega y se traduce en sensación de vacío que puede resultar desagradable. Si persistimos llegamos a la plenitud y el bienestar.

e
jercicios de relajación

Vamos a acercarnos al mundo de las sensaciones psicofísicas. Lo haremos de la mano de Anthony de Mello.
¿Por qué empezar con estos ejercicios?

Si la oración es diálogo, requiere estar dispuesto a dialogar. Yo uso los métodos de relajación como test para saber si realmente estoy dispuesto a escuchar. No puedo empezar chillando, con ruido "corporal".

Interesa reconstruir todo el cuerpo. El sistema muscular y nervioso son dos sectores a trabajar. La técnica que utilizamos para llegar al silencio corporal es la RELAJACIÓN.

Todo intento de reconstruir mi corporeidad afecta a mi relación con el mundo y con las personas. El cuerpo es mi ámbito de mi encuentro con el mundo. El mundo es mi ámbito de encuentro con mi yo.

El silencio corporal es vivenciar mi cuerpo en armonía. (Recordemos que los místicos hablan de una fisiología de la oración).Andre Louf, El Espíritu ora en nosotros, Narcea. Madrid: 1979, p.21

"No debáis nada a nadie, sólo sois deudores en el amor" (Rm 13,8)

Usa el crucifijo . Da testimonio de Cristo Vivo .

Usa el crucifijo . Da testimonio de Cristo Vivo .
Colgate la cruz en el cuello, te protegera de todo peligro, sera tu aliada en la tentacion y espantara todo mal.