Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios

Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios
Basilica San Pedro , Vaticano

Amigos que Dios trae a este rincon de la red.

domingo, 22 de mayo de 2011

DE LA IMPUREZA

El abad APOLO encontró a un monje desesperado porque había dicho a un anciano que tenía tentaciones contra la pureza, y éste le respondió que eso no es propio de un monje y que ya se podía volver al mundo. El abad Apolo entonces, como un médico sabio, le dijo: Hijo mío no te extrañes de tener malos pensamientos, yo también tengo a pesar de la edad. Muchas veces soy asediado por pensamientos de este tipo, pero sé que son menos importantes mis esfuerzos que la misericordia divina que me sale al encuentro. Y el Abad Apolo dijo, después, a aquel anciano: tú no te acuerdas que Dios ha venido a salvar lo que se había perdido y que no se tiene que romper la caña resquebrajada ni el pabilo que humea. (Mt. 12-20).
El abad PASTOR fue interrogado por un discípulo: Padre yo tengo tentaciones de impureza y me han dicho que no permita que me vengan. Le respondió el abad Pastor: así es la vida de los ángeles encima del cielo, pero tú y yo vivimos atormentados por la impureza porque somos hombres. Si el monje se queda en el desierto refrenando su lengua y sus apetitos puede estar tranquilo, no morirá en absoluto.

Amma SARA: Fue atacada durante años por el demonio de la impureza, y nunca en su plegaria pidió ser liberada de este combate. Ella decía solamente: Señor dame fuerza.

Amma SARA: Un día el demonio de la impureza la atacó fuertemente, más que nunca. Ella se fue al terrado, y se puso a rogar intensamente. Entonces el dimonio se le hizo visible y le dijo: ¡Tú me has vencido Sara! Ella le respondio: No, yo no te he vencido, sino Cristo, mi Señor.
Un hermano atacado por el demonio de impureza se levantó durante la noche, y se fue a casa de un anciano para manifestarle sus pensamientos y éste lo consoló. La escena se repitió otra vez, y el anciano le decía: No cedas al demonio, a cada ataque ven a verme. Nada repugna tanto al espíritu de impureza como la confesión de sus ataques. Al cabo de once veces, el monje decía: Padre ten caridad y dime todavía una palabra. Y el anciano le respondió: créeme hijo si Dios permitiera que los pensamientos que llenan mi alma, pasaran a la tuya, tú no podrías soportarlo. Estas palabras del anciano, a causa de su humildad, apaciguaron el aguijón de la impureza del hermano.
Un hermano interrogó a un anciano sobre cuando alguien cae en la tentación y es causa de escándalo para los demás, ¿qué se debe hacer? El anciano le explicó la siguiente historia: Un magistrado perseguido por el governador fue a refugiarse en el desierto con toda su familia a un monasterio donde había un diácono muy conocido. Y el diácono pecó con la mujer del magistrado, de manera que causó un gran escándalo en el monasterio y en la región. Entonces el diácono fue a encontrar al anciano y le pidió que lo emparedara en una cámara pequeña con el fin de hacer penitencia. Al cabo de muchos años el Nilo dejó de hacer la crecida y aunque los monjes rogaban, el Nilo no crecía. Entonces un anciano supo por revelación que hasta que no rogara aquel diácono, el Nilo no crecería. Así los que primero se habían escandalizado de su conducta, ahora admiraban su humildad.

Dos monjes fueron a la ciudad a vender lo que habían fabricado. En la ciudad se separaron y uno de ellos se cayó en la impureza. Al poco tiempo el otro hermano lo fue a ver y le dijo: volvemos a nuestra celda. El hermano le respondió: Yo no vuelvo en absoluto, yo me he caído en la impureza. Entonces su hermano, queriéndolo ganar, le dijo: a mí me ha pasado lo mismo. Retornemos, pues los dos, hacemos penitencia con todas nuestras fuerzas y Dios nos perdonará. Cuando volvieron a sus celdas explicaron a sus ancianos aquello que les había pasado y éstos les prescribieron la manera cómo tenían que hacer penitencia. Y un hizo penitencia, no para él sino para su hermano, como si hubiera pecado él mismo. Pero Dios viendo la pena que él se daba por amor, reveló a su anciano cómo había perdonado al que había caído en la impureza, a causa de la gran caridad de aquél que no había pecado. A eso se le llama: "dar la propia vida".

Dos hermanos, combatidos por la impureza, fueron a tomar mujer. Después se dijeron. ¿Qué hemos ganado abandonando la condición de los ángeles por una corrupción que será seguida por los castigos eternos? Volvamos al desierto y hagamos penitencia por lo que nosotros nos hemos atrevido a hacer. De retorno al desierto, pidieron a los ancianos imponerles una penitencia, y fueron cerrados cada uno en una celda, dando a cada uno la misma ración de pan y agua. Cuando salieron, uno estaba delgado y macilento, mientras que el otro estaba lleno de salud y de alegría. Entonces preguntaron al abatido qué había meditado y respondió: He pensado con el mal que había hecho y en el castigo que merecía, y en el temor de Dios que debía tener. Interrogado el otro respondió: Yo he agradecido a Dios por haberme perdonado, y por haberme devuelto otra vez al desierto. He estado lleno de gozo pensando constantemente en Dios. Y los ancianos dijeron que la penitencia del uno y del otro, tenía un valor igual a los ojos de Dios.

En Escete había un anciano gravemente enfermo, y dos hermanos lo cuidaban. Viendo la fatiga que les daba, dijo: me iré a Egipto para no cargar tanto a estos hermanos. Pero el Abad Moisès le aconsejó: no vayas en absoluto, porque allí tú te caerás en la impureza. ¿El anciano se enojó y respondió, mi cuerpo es muerto, y tú me dices eso? Y se fue a Egipto. Al llegar, vino una virgen fiel a cuidarlo. Poco tiempo después, encontrándose mejor, pecó con ella y tuvo un hijo. El anciano dijo, dadme al chico. Y se fue al desierto de Escete, y un día de fiesta entró en la Iglesia delante de todos los hermanos, diciendo: Este niño es el hijo de mi desobediencia. Y volvió a la pureza de su antigua manera de vivir.
Un anciano del desierto, vio un día una sesión de consejo de los demonios. Había Satanás y todos lo iban a adorar, explicando sus fechorías. Uno le dijo: en 20 días he armado unas guerras terribles. Pero Satanás lo hizo azotar porque había empleado demasiado tiempo. Otro dijo: en 10 días he levantado un temporal que ha hundido todas las barcas del mar. Pero Satanás lo hizo azotar igualmente. Finalmente vino uno que le dijo: después de 40 años de lucha en el desierto he conseguido que un anciano se cayera en la impureza. Y Satanás lo abrazó y lo hizo sentarse a su lado, felicitándolo por su gran victoria.
Un hermano, tentado de impureza, fue a una ciudad, y viendo la hija de un sacerdote pagano, la pidió por mujer. El sacerdote consultó al demonio, y éste le dijo que, antes, aquel hermano tenía que renunciar a su Dios, a su bautismo, y a su profesión monástica. El hermano accedió. Y el sacerdote volvió a consultar al demonio, que le dijo: no le des a tu hija, ya que él ha renegado de Dios, pero Dios no renegará nunca de él.

1 comentario:


"No debáis nada a nadie, sólo sois deudores en el amor" (Rm 13,8)

Usa el crucifijo . Da testimonio de Cristo Vivo .

Usa el crucifijo . Da testimonio de Cristo Vivo .
Colgate la cruz en el cuello, te protegera de todo peligro, sera tu aliada en la tentacion y espantara todo mal.