Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios

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Basilica San Pedro , Vaticano

Amigos que Dios trae a este rincon de la red.

lunes, 8 de marzo de 2010

Cuando vayas a orar

“Cuando vayas a orar, entra en tu cuarto y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allá, en lo secreto...” Mateo 6,6

¡Qué difícil nos resulta entrar en el silencio de nuestro cuarto como nos pide el Evangelio! Con esta lectura comienzo generalmente los retiros que dirijo para la Escuela de Ministerios Laicos de la Arquidiócesis de Miami. Es a través de estas experiencias que me he dado cuenta de que, de un modo u otro, a todos se nos dificulta entrar en ese cuarto interior, es decir, en nuestro centro, el lugar donde Dios ha hecho su morada (Juan 14, 23).

Creo que el problema radica en nuestra manera de imaginarnos este cuarto. Algunos me comentan que al cerrar los ojos y quedar en silencio, les vienen a la mente todas sus fallas, sus pecados, el mal que creen haber hecho. Creo que éstos no están en su cuarto, sino en la lavandería (el laundry room) donde se encuentra toda la ropa sucia. Otros se quejan de que los recuerdos del pasado, tristes o alegres, no les permiten concentrarse. Tal vez este grupo se ha quedado en el ático o en algún clóset donde se guarda algún álbum de fotografías viejas, o algún cofrecito lleno de recuerdos. Para ciertas personas, entrar en su “cuarto interior” es revisar listas de todo lo que tienen que hacer ese día o esa semana. Me parece que se han metido en la cocina y están leyendo la lista del supermercado o de los múltiples quehaceres de la casa.

La gran pregunta es, entonces: ¿Qué es este cuarto y qué voy a encontrar en él?

Hace dos semanas tuve la oportunidad de participar en un retiro en el Cenacle Spiritual Life Center, en Lantana, dirigido por el Padre William Sheehan, OMI. El Padre Sheehan, que por un tiempo sirvió con nosotros en la Oficina de Ministerios Laicos, está dedicado a retiros y charlas espirituales en las que presenta el método conocido como Oración Centrante, enseñado magistralmente por el monje Thomas Keating. Las preguntas que me he hecho, y que otros como yo también se hacen, fueron respondidas ampliamente durante este fin de semana de oración contemplativa.

La primera pregunta nos dice: ¿Por qué entrar en nuestro cuarto y cerrar la puerta? Interpreto que es desde nuestro interior donde Dios puede transformarnos “de adentro hacia fuera”. Todos sabemos que las heridas que cierran en falso nos dan problemas serios más tarde o más temprano. Tenemos que dejar que Dios trabaje en nosotros en lo más profundo, no solamente en la superficie.

En segundo lugar nos cuestionamos: ¿Qué pasará y qué encontraré en este cuarto? Ante todo, no es un qué, sino un Quién al que vamos a encontrar. Nos dice San Pablo en la primera Carta a los Corintios, 3,16: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” Hemos sido creados a imagen y semejanza de nuestro Dios; hemos sido amados con locura por el Creador, y aún después de dar su vida por nosotros, escoge hacer su morada en nuestros corazones. No es una noción simplista el asegurar que el Creador del universo, el que cubrió a María con su sombra, y el que venció a la muerte y al pecado, ha puesto su morada dentro de nosotros, en “nuestro cuarto”. Esta unión del Espíritu Santo con nuestro espíritu no puede romperse aunque no le prestemos atención. ¡Somos uno con Dios, ésta es nuestra verdad más profunda!

Al entrar en nuestro cuarto, le decimos a Dios: “Aquí estoy, Señor. Voy a dejarme amar por ti, voy a permitirte ser Tú y revelarme tu amor incondicional como lo hiciera Jesús”. Una vez, hace más de dos mil años, otros como nosotros le preguntaron a Jesús: “Háblanos de Dios para que podamos creer en Él”. Jesús contestó con parábolas, historias imaginarias que contenían una gran enseñanza. Nos habló de un padre que, aunque fue traicionado por un hijo y acusado por el otro, salió en busca de ambos. Nos contó de un empresario que pagó la cantidad máxima, tanto a aquellos que habían trabajado desde temprano, como a los que llegaron al final del día.

El Dios que Jesús nos reveló se relacionaba con pecadores, con prostitutas, con cobradores de impuestos, con leprosos, con poseídos, con extranjeros. Éste es el Dios que ha puesto su morada en nosotros, y a quien encontraremos si nos permitimos entrar en nuestro cuarto y cerrar la puerta.

En momentos de incertidumbres, de guerras, de desempleo, no hay que temer. Como diría el P. Sheehan: “El Dios a quien tanto buscamos está más cerca de nosotros de lo que nosotros estamos de nosotros mismos”.

Adele González

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Usa el crucifijo . Da testimonio de Cristo Vivo .

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