domingo, 22 de mayo de 2011
SOBRE EL SOPORTAR EL PROJIMO
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Unos hermanos rodearon al abad Juan KOLOBOS para hacerle unas preguntas. Al verlo, un anciano le dijo por celos: abad Juan, tu vaso está lleno de polvo. Es verdad, respondió él, tú dices eso y no ves el interior, pero si vieras mi interior, ¿qué dirías?
JUAN de Tebas sirvió 12 años a su Abad para aligerarlo de sus enfermedades. Y el anciano siempre lo trató con menosprecio, sin decirle una palabra de coraje. Pero cuando estuvo en las puertas de la muerte, en presencia de los ancianos de la región dijo el anciano: he aquí un ángel y no un hombre.
Si alguien tenía un hermano débil, o insolente, el abad Isidoro decía: enviádmelo a mí. Y él curaba su alma a fuerza de paciencia.
Abad PASTOR: Sean cuáles sean tus penas, la victoria sobre ellas consiste en callar.
Los filósofos dijeron a un anciano: ¿qué hacéis de más vosotros, de lo que hacemos nosotros? ¿Vosotros ayunáis? nosotros también. ¿Maltratáis al cuerpo? nosotros también. ¿Qué hacéis pues vosotros en el desierto? El anciano les respondió: nosotros ponemos nuestra confianza en la GRACIA de Dios, y practicamos la pureza (guarda del corazón). Nosotros no triunfamos en eso, dijeron los filósofos.
Un hermano defectuoso, deseaba todo lo que tenía su anciano y a escondidas le robaba. El anciano que se dio cuenta de ello, no lo reprendió, sino que se redobló su trabajo a causa del hermano. Cuándo llegó a las puertas de la muerte, besó las manos del hermano ladrón y le dijo: Hermano yo doy gracias a estas tus manos porque a causa de ellas yo voy al Reino del cielo. Entonces el hermano se llenó de compunción, hizo penitencia y se convirtió en un buen monje, según el ejemplo de aquel gran anciano.
Unos hermanos rodearon al abad Juan KOLOBOS para hacerle unas preguntas. Al verlo, un anciano le dijo por celos: abad Juan, tu vaso está lleno de polvo. Es verdad, respondió él, tú dices eso y no ves el interior, pero si vieras mi interior, ¿qué dirías?
JUAN de Tebas sirvió 12 años a su Abad para aligerarlo de sus enfermedades. Y el anciano siempre lo trató con menosprecio, sin decirle una palabra de coraje. Pero cuando estuvo en las puertas de la muerte, en presencia de los ancianos de la región dijo el anciano: he aquí un ángel y no un hombre.
Si alguien tenía un hermano débil, o insolente, el abad Isidoro decía: enviádmelo a mí. Y él curaba su alma a fuerza de paciencia.
Abad PASTOR: Sean cuáles sean tus penas, la victoria sobre ellas consiste en callar.
Los filósofos dijeron a un anciano: ¿qué hacéis de más vosotros, de lo que hacemos nosotros? ¿Vosotros ayunáis? nosotros también. ¿Maltratáis al cuerpo? nosotros también. ¿Qué hacéis pues vosotros en el desierto? El anciano les respondió: nosotros ponemos nuestra confianza en la GRACIA de Dios, y practicamos la pureza (guarda del corazón). Nosotros no triunfamos en eso, dijeron los filósofos.
Un hermano defectuoso, deseaba todo lo que tenía su anciano y a escondidas le robaba. El anciano que se dio cuenta de ello, no lo reprendió, sino que se redobló su trabajo a causa del hermano. Cuándo llegó a las puertas de la muerte, besó las manos del hermano ladrón y le dijo: Hermano yo doy gracias a estas tus manos porque a causa de ellas yo voy al Reino del cielo. Entonces el hermano se llenó de compunción, hizo penitencia y se convirtió en un buen monje, según el ejemplo de aquel gran anciano.
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Espacios dedicados a Dios.
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VATICAN MUSEUMS 1/3Hace 13 años
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gracias mil gracias que el Señor nos conceda la gracia de sabe sobrelleba a los hermanos y sabe callar cuando se ha de callar unidas en oración
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