El contemplativo es, de hecho, como un fuego que arde en amor a Dios. Todo el que se aproxima a ese fuego no puede menos de recibir también luz y calor. Y es muy raro que esa persona no acabe por incendiarse igualmente de amor a Dios. Cuando eso ocurre es siempre seguro que estamos delante de una espléndida obra de la gracia.
Pedro Finkler - La oración contemplativa
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