
Es una búsqueda constante para conocer y amar cada día más a nuestro Señor. La meditación hace intervenir el pensamiento, el deseo, la imaginación, la emoción. Es fundamental que esté orientada hacia el conocimiento del amor de Jesucristo y hacia la unión con Él. La meditación puede ser sobre una oración o un pasaje del Evangelio. Pero lo importante no es detenerse a desglosar un hecho con la inteligencia y quedar éste flotando sólo en el intelecto. Santa Teresa de Ávila nos dirá que “la cuestión no está en pensar mucho sino en amar mucho”, pues la oración no es un ejercicio mental sino un tú a tú con quien sabemos que nos ama. Si hay distracciones extremas o sólo es el intelecto quien trabaja, tal vez es recomendable redoblar la oración vocal, es decir, rezar con más continuidad el rosario y las diferentes oraciones. Por muy elevada que sea la oración de alguien, jamás debe dejar el rezo del rosario y las demás oraciones.
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